Por: Ramón Danilo Morales Verduga
Email: moralesverdugaramon@gmail.com
Carlitos era un alegre niño manabita. Jugador de fútbol e hincha emeleccista   desde siempre. Este año hubiera cumplido 12 años. La muerte apareció en su vida sin avisar. Y precisamente  fue la última vez que vio jugar al equipo de sus amores.
La impotencia embargó a muchos, cuando fuimos testigos de que una bengala lanzada por unos llamados hinchas del fútbol, impactaba en el pecho de Carlos Cedeño, quien minutos después del incidente, falleció. La desesperación se apoderaba de los familiares de Carlitos. No era para menos. Su voz, sus ojos y su sonrisa se apagaban lentamente.
¿Dónde estuvo el gran operativo policial antes y después del clásico?, ¿Tienen seguridades los diferentes estadios del país?, ¿La dirigencia  del Barcelona de ese entonces jamás se imaginó que esto podía suceder?, ¿Recordaron algunos  la llamada ley anti-violencia que crearon los “Dignos diputados de la patria” en su momento?. Fueron y serán  preguntas sin respuestas. Lo que sí es real, es que existió un precedente que sin perplejidades para unos, quedó en la más grande impunidad,  especialmente para los que están  acostumbrados a vivir  en una sociedad cada vez más detestable e indescifrable.
 El salvajismo delincuencial e irracional vence a la prudencia e intranquilidad de los hinchas, a  la  hora de  jugarse  partidos importantes. No obstante, luego del hecho sucitado,  la “Honorable comisión disciplinaria de 
Es evidente que el dolor por la pérdida de un ser querido jamás se va del todo. Peor aún la de un hijo. Se dice que  en los preceptos de la vida es mejor que los hijos sepultemos a nuestros padres, y no que los padres a sus hijos. Eso no  lo comprenden los que no lo viven. Con la  muerte de Carlos Cedeño se puso factura a la idiosincrasia de unos cuantos cobardes que creen que ser hinchas es llegar a los puños, piedras o asesinatos. ¿Si usted hubiera sido padre o madre de Carlitos, cómo se hubiera sentido?...


 
 
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