Ecuador volvió a llorar de felicidad en los Juegos Olímpicos
de Tokio 2020. Ya lo habíamos realizado por Richard Carapaz hace varias
semanas. En días pasados, lo hicimos por las pesistas Neisi Dajomes y Tamara
Salazar, quienes nos enorgullecen con las medallas de oro y plata,
respectivamente.
Era una obligación recibirlas con homenajes y
reconocimientos. Hubo tiempo para el recorrido apoteósico por parte de sus
familiares, amigos y dirigentes. Inclusive, una concesionaria de vehículos y un
centro de estudios se hizo presente con importantes beneficios a las
deportistas ecuatorianas.
Lo que nos marcó a muchos, fue la competencia del
marchista cuencano Claudio Villanueva. No ganó medallas. Tampoco recibió
diploma olímpico. Pero conquistó el respeto cuando llegó a la
meta y de los que conocimos su historia de vida. El deportista jamás dejó de
luchar por el sueño de estar en la cita olímpica. En su trayectoria vivencial vendía frutas
en el mercado. Siendo ya marchista, trabajó en su natal Cuenca como taxista informal.
Santiaguito, su hijo, nació con parálisis cerebral y ceguera. Hace un año, el
niño, se paró por primera vez. Tuvo varias lesiones previo a su viaje a Tokio.
Reconoció que no avisó nada, por miedo a quedar fuera de los Juegos Olímpicos. Y,
como si fuera poco, desde 2007 su padre está desaparecido. Cada carrera que ha
efectuado desde ese entonces, se la ha dedicado a su viejo del alma.
Muchos internautas que conocieron la
historia de Claudio, de seguro se preguntaron tantas cosas de vida, porque la
mayoría de los seres humanos somos buenos para quejarnos de cosas tan pero tan
vanas, sin analizar completamente las experiencias trágicas de muchos.
Gracias Claudio por enseñarnos cómo se lucha
en la vida por los sueños. Gracias, por el corazón que le pusiste a todos estos
años para estar en la competencia internacional. Gracias, porque con tu ejemplo,
todos podemos ser mejores seres humanos. Eso sí, quienes tengan la fe y alma intentarlo. Dios te bendiga.