La traición de Correa y el proceso  abandonado
  Poco nos queda del emocionante  discurso de toma de posesión el 15 de enero pasado, donde Correa fue frontal,  contradiciendo toda la ceguera fanática de nuestra peor izquierda, la  fundamentalista, tan experta en sepultarse a sí misma 
   Recién designado ministro, Alberto  Acosta (AA) nos explicó que la verdadera importancia de la Asamblea, más allá de  sus logros puntuales, radicaba en el proceso constituyente en sí. Esa  interesante filosofía política la expuso en la misma entrevista de Expreso que  le valió la desautorización pública del Presidente y el Ministro de Gobierno  entrantes, bajo el argumento de que el Ministro de Energía "nada tenía que decir  u opinar en materia política", tras cuestionar AA los poderes fácticos de la  derecha gobernante en Guayaquil. 
 Al margen de que el mismo Rafael  Correa (RC), seis meses después de mandarlo a callar, lo ponga a encabezar la  más importante tarea "política" de su movimiento (en beneficio de la visión del  petróleo tan poco ecológica y dudosamente nacionalista de Carlos Pareja); al  margen de que dicha desautorización se produjese (y esto es sano no olvidarlo)  al mismo tiempo que Correa y Larrea negociaban en secreto con la "Sociedad  Patriótica" el destrabe de la Consulta y el reparto del Supremo Electoral; y al  margen de que sumando todo eso parecería que las polémicas del régimen no se  diseñan en función de la transformación/contradicción social, sino del marketing  y la rentabilidad electoral, o sea, ¡de la "partidocracia"!; conviene  preguntarse ¿cómo se ha dirigido este "proceso", qué ha pasado en estos meses  que bajo la lógica de AA eran tan decisivos para sustentar el cambio? Poco nos  queda del emocionante discurso de toma de posesión el 15 de enero pasado, donde  RC fue frontal e inteligente al mismo tiempo, contradiciendo toda la c e g u e r  a f a n á - tica de nuestra peor izquierda, la fundamentalista, tan experta en  sepultarse a sí misma a través de entelequias como la "falta de protocolo que  oxigena" o bien convencerse de que para ser popular hay que ser tan patán como  Abdalá Bucaram. 
  Pero en lugar de reproducir la lista  de despropósitos con que el Gobierno ha suplantado el demandado proceso de AA,  basta parafrasear una cita recogida por Fernando Tinajero: si en tiempo de  guerra entregar armas al enemigo es un delito de traición, con su incapacidad  cada vez más expresa para aguantar la presión, RC es hoy por hoy el principal  traidor de su propio movimiento. 
 Los políticos ecuatorianos parecen  ciegos, al menos tanto como los medios de comunicación. Es como si nadie en este  país que trabaje en la política pudiese ver evidencias tan claras como la  hipocresía, la falsedad, la traición, el egocentrismo. 
  Los ejemplos sobran: "nadie" vio  venir que "el chiquito Ricaurte", como le decían con cariño ciertos patriarcas,  de joven sólo tenía la edad de su cédula de identidad, y que a nivel de cambio  generacional no significaba nada. 
   El síndrome Ricaurte es parecido al  síndrome RC, pues si la democracia es un proceso, AA y sus amigos se saltaron ni  más ni menos que su propia cabeza. A menos que hubieran tenido el velado  proyecto de erigir a RC como un Reagan latinoamericano de izquierda (es decir,  un carismático imbécil que sirviera de comunicante de sus tanques de  pensamiento), parece una irresponsabilidad entregar su liderazgo a alguien que,  fuera de los tres meses de Ministro de Economía del gris Alfredo Palacio, no ha  manejado en su vida ni el uno por ciento de responsabilidades que hoy maneja.  
  Pero ni RC es un imbécil ni lo están  pudiendo contener, ni los intelectuales de la FLACSO ni los leninistas a su  alrededor. Lo que impera en el Ejecutivo son los mismos resortes viriles y los  espasmos ocurrentes que lo llevaron, con olfato tarimero, acompañado de boy  scouts, cristianos y marketineros, a la Presidencia. 
   Y así, en la maraña de los nombres  propios, en las miserias y las taras individuales, el proceso constituyente se  nos va, poco a poco, por el retrete cultural de nuestra cañería intelectual,  asesinado en su origen por sus propios padres. 
  Pobre izquierda ecuatoriana: tan  cerca de Chávez y tan lejos de la autocrítica. Tan lejos de Marx y tan cerca de  Don Bosco. Porque otra vez todo parece una cuestión de fe, en lugar de una  construcción. 
  
Por Santiago Roldós B.